Por: Pablo César Guevara
Jefe de emisión de RTVC Noticias
La mañana del 20 de febrero de 2025 comenzó, como muchas otras en las "cajas de resonancia", cuya misión es generar zozobra, miedo e inestabilidad en Colombia con narrativas y mensajes de caos y anarquía.
"La llegada del general Pedro Sánchez al Ministerio de Defensa va a traer una salida masiva de generales y altos mandos, lo que va a hacer muy difícil el manejo del orden público en Colombia", fue la letanía en esas primeras horas del día.
Estaban pensando con el deseo y la mala leche que caracteriza a reconocidos "generadores de opinión" que se camuflan detrás de la libertad de prensa y la libertad de expresión para fijar posiciones políticas, haciéndolas pasar como proyecciones, predicciones, pronósticos o vaticinios. Y para salvar su responsabilidad en casos de no acertar, como les ha ocurrido muchas veces, acuden a argumentos peregrinos como: "espero no estarme equivocando".
Pero no solo se quedaron en tratar de generar un "estado de opinión" de crisis al interior de las Fuerzas Militares, sino que incluso se atrevieron a anunciar la salida del Comandante General, almirante Francisco Cubides, tras el nombramiento del nuevo Ministro de Defensa.
Puedes leer: ¿Quién es el general Pedro Sánchez nuevo ministro de Defensa?
Pero, ¿en qué momento el periodismo pasó de ser un oficio cuya misión es informar veraz e imparcialmente a convertirse en una suerte de caricatura de las artes adivinatorias, propias de las profecías de Nostradamus, pero azuzando guerras, conflictos y desgracias? ¿O será que algún día informó de manera veraz e imparcial?
La respuesta puede estar en el pasado, y la conclusión es que seguramente nunca se alejó de su origen, sino que tal vez, pasó de la opinión editorial con una tendencia política subyacente a la radicalización por razones relacionadas con transformaciones en el ecosistema mediático, generadas por cambios en "el modelo de negocio".
Para nadie es un secreto que en las últimas décadas cientos de medios de comunicación han cerrado sus redacciones por carencia de recursos provenientes de la cada vez más escasa pauta publicitaria, que ha ido migrando hacia las redes sociales.
Allí, los usuarios o consumidores (ya no lectores o espectadores), perfilados y segmentados como nunca antes en la historia del marketing, van a confirmar sus prejuicios o intuiciones de acuerdo a sus intereses, expectativas, necesidades o saberes, viviendo en "burbujas" en las que se privilegian "las relaciones de amistad" con quienes ven el mundo o piensan como ellos. Mientras tanto, son bombardeados por centenares de avisos publicitarios de productos que ellos mismos han informado que "les gustan" en sus fotografías de "estilo de vida", comentarios o "likes" a publicaciones, haciendo "scroll" en sus dispositivos.
Siguiendo esa lógica propia del paradigma actual de la "economía de la atención", que algunos medios masivos pomposamente han incluido en sus lemas y eslóganes corporativos, el factor de medida es el "clickbait", que apunta a la creación de contenidos que, más allá de informar o crear opinión, generen ingresos.
En este ecosistema, y siguiendo la lógica de las redes sociales, la veracidad y la imparcialidad pasan a segundo plano o dejan de existir para dar paso a informaciones tendenciosas, mentirosas o sensacionalistas, escritas o divulgadas de manera sobresimplificada, buscando que puedan ser "monetizadas" a la medida del "consumidor".
También puedes leer: #NocensurenRtvc es tendencia: Ciudadanía demuestra su apoyo a RTVC y al gerente Hollman Morris ante hostigamiento
Entonces, en un ejercicio de conciencia, nos deberíamos preguntar: ¿ese periodismo idealizado y primigenio algún día existió?
Tal vez puede ser real que en algún momento de la historia trató de abarcar a grandes sectores de la población con tendencias editoriales más generales, para pasar hoy, en la lógica mercantilista exacerbada por las redes sociales, a ser un periodismo de nicho, tal como lo concibió el fundador de Fox News, Roger Ailes, que antes que informar o permitir que los ciudadanos se formen su propia opinión, debe confirmar los prejuicios de la gente.
Incluso, yendo más atrás, en el libro Historia y crítica de la opinión pública, Jürgen Habermas asegura que los medios de comunicación, inicialmente representados por la prensa escrita, se convirtieron en instrumentos clave para la difusión de ideas y la crítica política.
En el ambiente de pugnacidad política en el que ha vivido Colombia durante más de dos siglos de existencia republicana, los medios de comunicación se identificaron, antes de pasar a hacer parte de conglomerados económicos, como de tendencias liberales o conservadoras, en los que se ratificaban los sesgos de confirmación de "los copartidarios" frente a sus rivales políticos.
Pero también, dada la realidad que llevó a cambios significativos como la Constitución de 1991, que sacó a los colombianos de la tara intergeneracional de tener que pertenecer a uno u otro bando.
Es claro entonces que esa misión de direccionar la opinión a uno u otro lado del espectro político, pese a los cambios de dueños e intereses, continúa hoy más vigente que nunca, pero profundizando el componente de generar miedo, terror, preocupación y angustia permanentes para lograr que el fin justifique "los medios", que hoy se asemejan más a partidos políticos que a Filípides, el mensajero que anunció la victoria en la Batalla de Maratón.
Incluso en algunos momentos tocando las fronteras del delito, con informaciones que podrían inducir a un escenario de pánico económico, establecido en el Código Penal.
¿En dónde quedó el dólar a $7.000, la imposibilidad de que los colombianos accedieran a pasaportes con el cambio de proveedor o los índices de desempleo de dos cifras que profetizaban las pitonisas de las desgracias?
Termino con esta reflexión de una entrevista que Julian Assange concedió hace algunos años, en la que describe el rol de oráculos del caos que han asumido algunos medios de comunicación:
"Mi opinión es que los medios de comunicación son tan malos que tenemos que cuestionarnos si el mundo no estaría mejor sin ellos. Hay algunos periodistas muy buenos (...) pero la amplia mayoría son atroces y son tan distorsionadores de cómo el mundo realmente es (...) Casi toda guerra que se ha iniciado en los últimos 50 años ha sido resultado de mentiras en los medios".