Este año, la ciudad de Belén ha traído un regalo cargado de simbolismo: un Niño Jesús que reposa sobre una kufiya, el icónico pañuelo palestino. Pero este Belén no es solo un ornamento; es un puente entre culturas, una súplica silenciosa de paz y un recordatorio vivo de la tragedia y la esperanza que conviven en Tierra Santa.
El Papa Francisco, conmovido por el detalle, lo describió como un espejo de la realidad que viven los habitantes de Belén y otras regiones en conflicto. “No más guerra, no más violencia”, clamó el Pontífice con la pasión que caracteriza su defensa de los oprimidos. Sus palabras resonaron como un eco de los artesanos que dieron vida a esta obra: Johny Andonia y Faten Nastas Mitwasi, quienes, con manos expertas y corazones conscientes, plasmaron en madera de olivo, nácar y cerámica un mensaje más profundo que el arte mismo.
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La kufiya, tejido que ha cruzado generaciones y fronteras, se convierte en este contexto en un emblema de reconciliación. Su presencia no busca dividir, sino unir. En el seno del Vaticano, su significado se transforma en un gesto universal: un llamado a abrazar la paz, especialmente en una época marcada por la alegría de la Navidad.
Cada detalle de este pesebre tiene alma. Desde los materiales locales que evocan la esencia de Belén hasta el simbolismo de los peregrinos que, al entregar el regalo, también portaban sus kufiyas, la escena trasciende lo decorativo para convertirse en un manifiesto espiritual. Este año, el Vaticano ha elegido no solo aceptar un regalo, sino darle voz a un pueblo que, desde hace siglos, clama por justicia y esperanza.
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Mientras tanto, la plaza de San Pedro ofrece un contraste poético. Un pesebre hecho de barro de la laguna de Grado y un abeto procedente del Trentino se alzan como un recordatorio de que, aunque las tradiciones varían, el mensaje es el mismo: la llegada de Jesús trae amor y reconciliación.
En este Belén tan especial, la kufiya no solo envuelve al Niño Jesús, sino también los corazones de quienes buscan en él un refugio espiritual. Es un recordatorio poderoso de que, incluso en medio del conflicto, la paz no es solo un deseo, sino una posibilidad.
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