Más que una ceremonia, este acto se erige como un testimonio del compromiso del Pontífice con una Iglesia global, inclusiva y profundamente conectada con las periferias del planeta.
Este consistorio, el décimo de su pontificado, no solo reafirma la visión pastoral de Francisco, sino que también redefine el mapa del liderazgo católico. Con una mano que no teme apartarse de las tradiciones, el Papa ha moldeado a su imagen el colegio cardenalicio, otorgando voz y voto a regiones y comunidades que alguna vez quedaron al margen de la toma de decisiones.
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Un gesto cargado de significado
El rostro de Francisco, marcado por una herida reciente fruto de una caída, no ocultó su determinación ni su esperanza. A pesar del vendaje en el mentón, su mensaje resonó con fuerza: “¡Adelante!”. Estas palabras, dirigidas a los nuevos “príncipes de la Iglesia”, no solo eran un llamado a la acción, sino también un recordatorio de que liderar en la fe es un acto de servicio y humildad.
En un gesto que ha caracterizado su papado, el Pontífice optó por destacar diócesis remotas y comunidades minoritarias en esta promoción, desde América Latina hasta Asia-Pacífico. En lugar de perpetuar la tradición de privilegiar grandes diócesis europeas como París o Milán, Francisco ha puesto el foco en lugares como Lima, Guayaquil o Argel, subrayando que la riqueza de la Iglesia radica en su diversidad y alcance global.
La diversidad como motor de unidad.
Durante la homilía, el Papa invitó a los nuevos cardenales a ser “artesanos de comunión” y “testigos de fraternidad”. Este llamado se traduce en un desafío y una promesa: transformar las diferencias culturales, geográficas y sociales en un motor para la unidad. Pero también hay un toque de advertencia. Francisco, crítico constante del “prestigio vacío” y de las seducciones del poder, instó a los nuevos cardenales a evitar caer en las trampas de la mundanidad espiritual.
La ceremonia también fue un reflejo de las prioridades estratégicas del Papa. De los nuevos cardenales con derecho a voto, más del 78% han sido designados por él, asegurando que su visión de una Iglesia descentralizada y orientada a los marginados perdure incluso después de su pontificado. Sin embargo, el futuro sigue siendo incierto. La diversidad en el colegio cardenalicio, aunque enriquecedora, plantea desafíos en términos de unidad y consenso.
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Una visión que trasciende el presente.
El gesto de Francisco no es solo un acto de liderazgo, sino también una apuesta a largo plazo. Al promover a clérigos de países en desarrollo y de regiones con comunidades católicas pequeñas pero vibrantes, el Papa está sembrando las bases de una Iglesia más conectada con las realidades de sus fieles.
No obstante, el camino hacia el próximo cónclave no está exento de tensiones. Si bien muchos de los nuevos cardenales comparten la visión de Francisco, algunos pueden divergir significativamente de su enfoque pastoral. Este mosaico de perspectivas podría llevar a la elección de un futuro papa que represente un punto de equilibrio entre continuidad y renovación.
En el atardecer de su pontificado, Francisco no solo consolida su legado, sino que también deja una Iglesia que respira con ambos pulmones: el de la tradición y el de la innovación. Con cada nombramiento, construye un puente hacia un futuro lleno de desafíos, pero también de oportunidades para renovar la fe y el compromiso con los más vulnerables.
En colaboración con AFP.
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