Recostado sobre un muro ubicado a las afueras de la Clínica León XIII, en Medellín, Mauricio Ramírez había completado ayer más de 24 horas de incertidumbre esperando a que los médicos le dieran noticias sobre la salud de su mamá, trasladada de urgencia desde un ancianato del barrio Prado por una infección urinaria, hacia las 10 de la mañana del pasado lunes 17 de abril.
Con los nervios crispados, Ramírez hacía parte de una docena de acudientes abandonados a su suerte en un andén de la avenida Juan del Corral, por cuenta de la alta congestión en el servicio de urgencias de la IPS Universitaria, tan solo uno de los hospitales de Medellín desbordado por la alta demanda de servicios.
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“Esto está colapsado desde anoche. La trajimos desde las 10 de la mañana de ayer y apenas la vinieron a ingresar a urgencias como a las 5 horas. Eso está lleno de gente. Cuando entré alcancé a ver gente que se quedó amaneciendo afuera, gente llorando que a la 1 y 2 de la mañana no la habían atendido. Vi un man con la mano quebrada, con uno de sus dedos destrozados, y a las 2 de la mañana no lo habían atendido y llegó antes que yo”, narró, señalando que los tiempos de espera parecieran haberse triplicado.
En medio del incierto panorama que durante las últimas semanas se ha cernido sobre el sistema de salud, reclamos como el de Ramírez se han vuelto parte del paisaje diario. Y es que según cifras del Observatorio del Derecho Fundamental a la Salud de la Personería de Medellín, las salas de urgencias de los principales hospitales y clínicas están copados al 110%, tal como lo advirtió Cristina Isabel Posada Arango, líder de ese observatorio.
En el caso de ese ente de control, precisó Posada, pese a que se detectan congestiones en general en todo el sistema, hay especial preocupación por el incremento en la demanda de servicios psiquiátricos, lo que en consecuencia ha alargado los tiempos de espera de las remisiones y puesto bajo máxima presión a los pocos centros con esa capacidad de atención especializada.
Según advierten varios líderes del sector, detrás de esta alta presión hay un coctel de factores que van desde el incierto curso de la reforma a la salud (cuya votación fue ayer aplazada en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes), pero, sobre todo, los rezagos que arrastra el sistema hospitalario desde la crisis por la pandemia, que complicó los cuadros de muchos pacientes con afecciones cardiacas, oncológica, neurológicas, entre otras.
Desde esa primera óptica, Adriana Jaramillo, nueva directora en Antioquia de la Nueva EPS, organización que en el departamento concentra 900.000 de sus 10,5 millones de afiliados de todo el país, sostiene que el nerviosismo por la reforma a la salud ha impulsado a muchos pacientes a incrementar la demanda de servicios.
“Los usuarios están aumentando la demanda de servicios. Cuando nosotros revisamos, 22% es el dato del aumento de esa demanda en Antioquia. A raíz de esa incertidumbre que se genera, el usuario busca solucionar algunos temas que de pronto tenga pendientes o ante esa incertidumbre quiere anticiparse a posibles necesidades”, expresó la directora, señalando que el fenómeno se está presentando en el resto del país y, en el caso de Antioquia, es transversal a toda la red hospitalaria.
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Pese a coincidir en los síntomas, otras instituciones de Medellín y líderes plantean que las causas que explican la actual congestión van más allá del debate por la reforma a la salud.
Al ser consultado sobre la situación en la clínica León XIII, Carlos Andrés Restrepo Castro, director de Salud de esa institución de la IPS Universitaria, precisó que durante la última semana la situación ha sido especialmente crítica.
“El porcentaje de ocupación se ha mantenido alto. Este último mes hemos estado siempre por encima del 93%. El lunes, el domingo y la semana pasada estuvimos con porcentajes de ocupación de entre 105% y el 110%. Eso lleva a que los tiempos de atención sean más demorados”, explicó el director, señalando que, dentro de las razones que explican ese repunte, está el reciente cierre de servicios de otras instituciones de Medellín, que ha generado una reacción en cadena que tiene congestionada a toda la red, especialmente a los hospitales y clínicas más grandes.
Pese a esa coyuntura, Restrepo consideró que atribuir esa congestión a la reforma a la salud sería simplificar el problema, advirtiendo que la ciudad arrastra desde la pandemia secuelas que quedaron de la pandemia.
Bajo una óptica similar, Andrés Trujillo Zea, director General de la Clínica CES, de Medellín, señaló también que desde la pandemia ese hospital ha estado con una alta presión en sus servicios de internación, que han afectado la prestación del servicio de urgencias, por la reducción en los tiempos de rotación de camas.
En abril, precisó, identificaron una demanda superior en todos los servicios, especialmente en urgencias, pero también en otras especialidades como cardiología, cirugía y neurología, en muchos casos asociados a cuadros clínicos que se agravaron en los pacientes durante la pandemia.
Pese a no dar declaraciones, otra institución que confirmó tener su servicio de urgencias con una alta ocupación fue el Hospital San Vicente Fundación, de Medellín, que, no obstante, señaló que dicho nivel de ocupación se encuentra dentro de los niveles habituales de esa institución, por lo que no los encontró asociados necesariamente a la incertidumbre de la reforma a la salud.
Más allá de esta situación, para acudientes como Mauricio Ramírez la principal preocupación es que esa congestión parezca convertirse en parte del paisaje y sean los pacientes los que cada vez vean más obstáculos para tener un servicio oportuno.
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