En Colombia, uno de los mayores flagelos de la desconexión tecnológica la sufre el agro.
En un mundo donde cada vez más las tecnologías generan un impacto en los sistemas de producción, consumo, gestión, gobernanza y agro, se volvió clave para algunos actores públicos como privados el abordar estas herramientas con un sentido social. Y es que no solo se trata de un tema de conectividad o digitalización, sino de una revolución más amplia que debe contemplar la integración de inteligencia artificial, IoT, robótica, entre otras cosas dentro de diferentes comunidades vulnerables para ayudar a mejorar sus procesos, su comunicación, las oportunidades que tienen.
En Colombia, uno de los mayores flagelos de esta desconexión tecnológica la sufre el agro, lugar en donde el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) sigue siendo mucho mayor con un 27,3% llegando a ser 3,1 veces más que el de las principales cabeceras del país, según datos del Dane, y en donde la implementación de nuevas tecnologías podría promover un cambio para mejorar su economía o acceder a diferentes servicios.
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Tecnologías de drones en el agro
Estos factores, junto a los hechos de violencia que sufren muchos,
es algo que desde hace unos años viene comprendiendo la empresaria y defensora de los derechos humanos Jessica Aguirre, quien actualmente es la gerente general de Drone Innovation Lab.
La compañía colombiana, que desde 2015 se ganó el título de ser la proveedora oficial de DJI en Colombia y que desde hace algunos años, viene dedicándose principalmente a la categoría de DJI Agriculture, con la que están llegando a diferentes regiones del país entre las que se encuentra: Funza, Yopal, Cartago y Bogotá, con el único objetivo de trabajar con diferentes agricultores para la transformación del agro colombiano a través de la tecnificación y el uso y aplicación de estas tecnologías.
“A pesar de que vivo en Estados Unidos, desde hace años sigo apostándole al campo colombiano porque creo que es el eje del crecimiento económico de las regiones del país y de la transformación social. Desde mi punto de vista, entre más tecnologías promuevan una mejora en los procesos de producción agrícola y entre más empresarios como nosotros busquen generar un verdadero impacto y una transformación, mucho más disminuirán los índices de pobreza, más trabajo va a existir y mejores condiciones tendrán los campesinos del país”,
destacó Aguirre.
Y es que esta colombiana, que trabajó cuando estuvo en el país en defensa de los derechos humanos, la vida, y la equidad a través de diversas organizaciones como la de Interact y la Fundacion Nuevo Arcoiris, por su trabajo en pro de los derechos humanos se vio forzada a exiliarse en 2014 tras una amenaza de muerte por parte del grupo terrorista ELN,
nunca dejó de trabajar en pro del desarrollo social del agro atra vez dr la tecnológia y en beneficiar a algunas comunidades por medio de su empresa en Colombia.
Lo cierto, es que estos vehículos aéreos no tripulados permiten no solo un tema de seguridad en la salud de los trabajadores al realizar procesos de aspersión aérea y un tema de precisión basada en datos y evidencias, sino que también ayuda a que los agricultores puedan eliminar conjeturas, aumentar la producción y reducir el desperdicio de recursos como agua, fertilizantes y mano de obra.
De esta forma, los drones
se han convertido en herramientas indispensables para optimizar el agro en procesos como la fumigación de cultivos y el mapeo de terrenos, razón, por la que según Allied Market Research, prevé que el mercado mundial de drones agrícolas si bien se valoró en torno a un billón de dólares en 2020, se proyecta que alcance los 5,8 billones de dólares en 2030.
Para Jessica Aguirre, a pesar de los
desafíos que tiene el agro colombiano en cuanto a la desigualdad e inequidad de oportunidades, el promover opciones para la tecnificación agrícola por medio no solo de tecnologías, sino de otras alternativas como las que ofrece Dronne Innovation, tales como capacitaciones gratuitas o talleres de reparación de equipos, permitirá en un futuro cercano que haya una rentabilidad superior al 40%, lo que enriquecerá la economía rural, promoverá un mayor trabajo y reducirá la pobreza.
En la cuarta revolución tecnológica,
estas herramientas y el liderazgo social podrán impactar positivamente al sector agro, mejorando la eficiencia, la sostenibilidad y el bienestar de los agricultores y sus comunidades.
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