La elección de Jonathan Ferney Pulido Hernández, conocido como Jota Pe Hernández, como presidente de la Comisión de Ética del Senado ha generado un debate intenso y significativo en los círculos políticos de Colombia.
Y es que luego de perder la presidencia de la Comisión Primera de la corporación, en la puja con Ariel Ávila, el congresista santandereano apuntó hacia la Comisión de Ética, que tiene ni más ni menos que la facultad de resolver los impedimentos que se presenten en el ejercicio legislativo, en una función en la que estará acompañado de Andrés Guerra, senador del Centro Democrático, como vicepresidente.
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La senadora María José Pizarro, destacada figura del Pacto Histórico, no tardó en manifestar su desacuerdo con esta elección. Su reacción no fue solo una crítica política, sino una denuncia profunda sobre el comportamiento y las acciones previas de Hernández.
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Pizarro recordó un incidente ocurrido el 12 de marzo de 2024, cuando denunció a Hernández por ejercer violencia política en su contra. Este hecho fue respaldado por el senador Inti Asprilla, quien también fue testigo de los eventos.
La senadora utilizó su red de X para cuestionar la integridad de Hernández, planteando dudas sobre la capacidad de la Comisión de Ética para proteger los derechos de las mujeres congresistas bajo su liderazgo.
La Comisión encargada de velar por el comportamiento ético de los congresistas debería ser presidida por una persona integra, ejemplar y respetuosa.
Hoy se eligió todo lo contrario, a una persona que ejerce sistemáticamente violencias de género.
¿Qué garantías tenemos las… pic.twitter.com/G7zQoQiyG8— María José Pizarro Rodríguez (@PizarroMariaJo) August 15, 2024
La situación se agrava al considerar las controversias previas en las que se ha visto envuelto Hernández. Durante su tiempo en el Senado, se ha destacado por un estilo agresivo y confrontacional, dirigiendo críticas severas tanto a sus colegas del Congreso como a figuras del gobierno.
Su postura ha sido vista por algunos como un intento de ganar notoriedad a través de un discurso populista, lo que ha generado divisiones dentro del Senado.
Es innegable que la presidencia de la Comisión de Ética es un puesto clave, con la responsabilidad de supervisar el comportamiento ético de los legisladores y resolver conflictos de intereses. La elección de Hernández para este cargo, a pesar de su historial de confrontación y acusaciones de violencia política, plantea serias preocupaciones sobre la dirección que tomará esta comisión en el futuro.
El debate sobre esta elección va más allá de las diferencias políticas y toca el núcleo de la integridad en el ejercicio legislativo. La pregunta que muchos se hacen ahora es si la Comisión de Ética, bajo la presidencia de Hernández, realmente podrá cumplir con su mandato de manera justa y equitativa, especialmente en lo que respecta a las mujeres congresistas y la protección de sus derechos en un entorno político tan polarizado.
En un momento en que la política colombiana enfrenta desafíos críticos, la necesidad de líderes íntegros y respetuosos de los valores democráticos es más importante que nunca. La reacción de la senadora Pizarro no es solo una crítica personal, sino un llamado de atención sobre los peligros que enfrentan las instituciones cuando se permite que figuras controvertidas asuman roles de gran responsabilidad.